Frankenstein & Patrik Bateman

Saturday, December 02, 2006

Frankenstein & Patrik Bateman

Tanto las representaciones de los héroes y los dioses como las de los monstruos dan cuenta de un periodo histórico y de una configuración social, los primeros como modelo y los segundos como su oposición. El monstruo es la otredad rechazada que permite dar forma al estereotipo y trazar los parámetros correctos que guían la realidad. La representación de lo opuesto refuerza el modelo establecido y da razón de lo abyecto: lo que se encuentra al margen de la normalización.

La aparición de los monstruos en la historia data de muchos siglos atrás. Si bien para occidente el mundo griego es el escenario en donde comienzan a ser más relevantes, ya en Egipto habían cumplido un papel indispensable en el constructo social. Desde Grecia el monstruo y el modelo han sido ligados con la estética y el dualismo bello – feo; no son arbitrarias las figuras de los minotauros, cíclopes, faunos, quimeras, etc. opuestas de forma radical a las estatuas de Policleto o Praxíteles, claras representaciones de los cánones de belleza clásica.

La representación griega de los monstruos respondía como antimodelo del ciudadano y de la mesura: seres que no estaban dentro del mundo animal, pero que tampoco atendían a las especificidades de lo humano, más bien eran un bricolage orgánico que no se guiaba por los principios de la virtud nicomaquea. Seres como los cíclopes representaban el mundo de los vejámenes salvajes que no tenían nada que ver con el orden de la polis y las dinámicas del ágora:

“Desde allí continuamos la navegación con ánimo afligido, y llegamos a las tierras de los cíclopes soberbios y sin ley, quienes, confiados en los dioses inmortales, no plantan árboles, ni labran los campos, sino que todos les nace sin semilla y sin arar —trigo, cebada y vides que producen vino de unos grandes racimos— y se lo hace crecer la lluvia enviada por Zeus. No tiene ágoras donde se reúnan para deliberar, ni leyes tampoco, sino que viven en las cumbres de altos montes, dentro de excavadas cuevas; cada cual impera sobre sus hijos y mujeres, y no se entremeten los unos con los otros…”
Rapsodia IX de La Iliada de Homero.

Así como lo muestra Homero, el monstruo es un ser opuesto al ciudadano griego: ese modelo virtuoso de perfección que sostenía al mundo clásico. No hay una relación de semejanza, pero si una de oclusión que fortalece las formas impuestas que se consideran adecuadas. Este no es un patrón exclusivo de los griegos, la función de los monstruos es ir en contravía de la corriente, representar todo aquello que no se permite y se excluye. La figura del monstruo se crea para atemorizar, por eso son seres que producen miedo y trastocan los sentidos; atemorizar es una forma de controlar y hacer prevalecer un orden protector ( Las gárgolas de las catedrales góticas cumplían la función de atemorizar y bajo esas formas peculiares protegían “la casa” de dios”).

El monstruo ha sido el protagonista de muchas historias, se ha insertado dentro de las ficciones fantásticas y sobrenaturales que el hombre ha tenido que inventar para sacar a flote una serie de inquietudes que lo aquejan o según Italo Calvino para revelar una segunda naturaleza que oscila entre niveles de realidad inconcebibles: no es coincidencia que el Alien de Hans Rudi Giger surja a la par con los textos cyberpunk y los primeros performance del artista australiano Sterlac; las múltiples inquietudes acerca del sobreequipamiento tecnológico y su extremo se ven plasmadas en la figura del monstruo.

Más allá de ser una figura que responda a una determinada estética universal de lo rechazado y temido, el monstruo es una entidad que habla de la época que le dio vida y que plasma en él una serie de preocupaciones y defectos que agobian a los sujetos. No hay nada más humano que un monstruo, no sólo porque sea una invención del hombre sino porque es la figura trasgresora que rompe parámetros y es pieza clave en el proceso de subjetivización, pues la dimensión imaginaria del hombre lo determina de una manera particular y da cuenta de su existencia, así como lo expreso Eliade en Mythes:

“Han reconocido a la dimensión de lo imaginario el valor de una dimensión vital, de importancia primordial para el ser humano en su totalidad. La experiencia imaginaria es constitutiva del hombre, al mismo nivel que la experiencia diurna y las actividades prácticas”.

La configuración de un sujeto en un periodo histórico determinado y bajo cierto régimen, bien sea oral, escritural, visual, sonoro, puede verse a partir de la figura del monstruo. De los defectos se puede llegar a las virtudes y así a la reconstrucción de un periodo histórico. El monstruo es una figura que no deja de mutar cada vez que el orden social se transforma; un ser inestable, en las palabras de Omar Calabrese , que ya no sé encarcela dentro de un patrón determinado: ya no sólo es el horrible cíclope griego; es el amigable E.T de Spielberg, el yuppie melómano neoyorquino, el tímido Quasimodo, el increíble hombre verde o la versión infantil del Fauno Tumnus en las Crónicas de Narnia. Al igual que el hombre en el Humanismo el monstruo se liberó, dejó de lado esa unívoca forma bestial que sólo atemorizaba y empezó a apoderarse de las formas humanas: Frankesnteín es una buena muestra de ello. Un monstruo humano, sensible que se opone a todo el montaje moderno de la razón y que pone en tela de juicio al Positivismo.



Frankesteín y la modernidad


“Nadie puede concebir la variedad de sentimientos, que en el primer entusiasmo por el éxito, me espoleaban como un huracán. La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie me bendeciría como a su creador, muchos seres felices y maravillosos me deberían su existencia…”
Víctor Frankenstein


La modernidad me incomodo desde Kafka, se torno más compleja y difusa de lo normal, como la representación de Dios en la Edad Media — “Dios es una esfera inteligible, cuyo centro esta en todas partes y su circunferencia en ninguno” Nicolás de Cusa en su definición teológica del Liber XXIV—. Pero gracias a Mary Wollstonecraft Shelley pude conciliar con ese periodo histórico y verlo más claro a través de la creación de Víctor Frankenstien. Aquí a diferencia de la Colonia Penitenciaria de Kafka, la máquina de inscripción (el cuerpo) es un referente más claro; menos abstracción y más percepción.

El monstruo permitió que se dibujara una época, que se configurara un imaginario en torno a la modernidad y su caída. Esa noche de noviembre en Ingolstadt el joven suizo además de dar vida a un nuevo ser (siguiendo la tradición hermética, la cual trataba filosóficamente de transformar la materia y conseguir la perfección del hombre) desafiando las leyes de la naturaleza, exalto la ciencia y el uso de la razón en pro de una pasión individual que termino con más desasosiego que emoción.

Frankestein o el Moderno Prometeo es una novela de comienzo del siglo XVII que hace énfasis en los perjuicios que trae la ciencia y en la deshumanización del hombre por culpa de la razón; es una visión extrema de los avances científicos con una dosis profética que bien podría asemejarse con Gattaca de Andrew Nicoll, Blade Runner de Ridley Scott o Un mundo Feliz de Huxley.

Mary Shelley en 1818 anima a un monstruo a través de las palabras, da vida al anti - modelo de la modernidad gracia a la escritura, la misma tecnología responsable de las ambiciones de Víctor y la desesperación de una criatura temida por todo el mundo. Gracias a la escritura el monstruo llegó a mis manos y fue el motor que transformo el orden social desde el siglo XIV con los primeros humanistas. Dejar de lado la figura de Dios para poner en el centro al hombre es uno de los procesos más contundentes que ha sufrido occidente, quebrar ese mito religioso y sumergirse en uno racional es muestra de un cambio rotundo en el sujeto. Víctor se nos presenta como un joven lleno de inquietudes y muy influenciado por la Filosofía natural en espacial la vinculada a la fisiología; una inquietud constante respecto a la vida y sus motores, una preocupación clara por conocer mejor el cuerpo y poder racionalizarlo (Plinio y Bufón). A diferencia del orden medieval el cuerpo no es una etiqueta pecaminosa, sino un conjunto de materia que puede transformarse y estudiarse con axiomas geométricos y principios matemáticos: Hombre Vitruvio de Da Vinci.

En la modernidad todo se quiere racionalizar porque es necesario entenderlo a partir de leyes, la incertidumbre no existe y la sorpresa esta condena a perecer. Por eso cuando la criatura le pregunta a su padre de que esta hecho, Víctor responde que de materiales; simples fluidos que se mezclaron en dosis precisas y que le dieron vida a lo inerte gracias a la energía. La ciencia se apodera de los principios de la vida, ya no basta con ser médico, hay que ser un creador, un Dios científico que pueda animar el barro; un barro con alma que cuestiona todo, sobre todo su existencia.

“¿Te pedí, por ventura, Creador, que transformaras en hombre este barro del que vengo? ¿Te implore alguna vez qué me sacaras de la oscuridad” El paraíso perdido”.
Frankestein

Una obra de alfarería que término siendo un hombre de grandes proporciones, que tiene pedazos de cuerpo de muchos cadáveres y un alma que es la sumatoria de todos esos seres que terminaron en un anfiteatro. Para sorpresa de Víctor un hombre animado que no sólo respondía a las leyes del movimiento y la anatomía, tenía memoria y era sensible. Asunto que sorprendió a su creador e hizo que su compasión brotara por este ser desproporcionado que sabía de geografía, música, literatura y que sentía la necesidad de ser amado. Un monstruo no tan típico como los que describe Dante en su Divina Comedia:

“Así empezó a hablarme mi Maestro he hizo a aquella fiera indicándole que se dirigiera a la margen de piedra donde nos encontrábamos. Y aquella inmunda imagen del fraude llegó a nosotros y adelanto la cabeza y el cuerpo, pero no puso la cola sobre aquella orilla su rostro era el de un barón justo, tan bondadosa era su apariencia exterior, y el resto del cuerpo el de una serpiente, tenía dos garras de vello hasta los sobacos y la espalda, el pecho y los costados salpicado de tal modo de manchas, que no ha habido tela turca ni tártara tan rica en colores, no pudiendo compararse tampoco con las variopintas telas de Aragne” Pág. 56.

La creación sin bautizar de Frankenstein dejo de ser un monstruo zoomorfo, adopto forma humana; el monstruo se incorporo con el hombre, es una variación del esteriotipo correcto. Un ser que renació y adopto una figura bípeda; además es un ser con la capacidad de abstraer y dar rienda suelta a sus pasiones, a diferencia de Víctor su creación rompe las fronteras de la Ley y se deja llevar por la ira y el odio: asesina a William y a Elizabeth en momentos donde la razón no reina y la normalización social no tiene cabida. El monstruo no se rige bajo las dinámicas panópticas de la sociedad, esta al margen de esa cohesión, nadie lo vigila por el temor que les produce. Es un ser que no se enmarca dentro de ese cuadro de las sociedades vigiladas que siguen las leyes de los urbanismos y los manuales franceses de etiqueta. El monstruo al ser rechazado es más libre, al ser temido no es juzgado, al ser desconocido tiene el poder y en especial el que se gesta en la modernidad da vida a otros seres: los románticos.

Víctor es un creador insensible y falto de corazón para la criatura, un creador que se dejo llevar por las pasiones del conocimiento y termino en el vicio de la creación; un alma moderna que pretendía conocer los secretos de la vida por medio de la investigación científica, un alquimista metódico y letrado que creyó tener en sus manos las riendas de la muerte, egocentrismo consumido por el Positivismo de la época. La modernidad, estadio mitológico que traficó con el conocimiento y todo lo convirtió en mercancía.

La imagen se configura como un proceso social que se desarrolla por múltiples y diversos factores. Muchas cosas se conjugan a la vez para que un orden social mute. Posibilita la creación de nuevos mundo, no sólo los fantásticos, sino los mundos que a través de un código se plasman en una superficie, así como se crean ficciones se fundan condiciones que pueden trastocar a los sujetos y plantear nuevas formas de ser: el monstruo es un elemento de la subjetividad.


La imagen en Partrick

I used to be a renegade, I used to fool around
But I couldn't take the punishment, and had to settle down
Now I'm playing it real straight, and yes I cut my hair
You might think I'm crazy, but I don't even care
Because I can tell what's going on
It's hip to be square
I like my bands in business suits, I watch them on TV
I'm working out most everyday and watching what I eat
They tell me that it's good for me, but I don't even care
I know that it's crazy
I know that it's nowhere
But there is no denying that
It's hip to be square
It's not too hard to figure out, you see it everyday
And those that were the farthest out have gone the other way
You see them on the freeway, It don't look like a lot of fun
But don't you try to fight it; "An idea who's time has come."
Don't tell me that I'm crazy
Don't tell me I'm nowhere
Take it from me
It's hip to be square
Huey Lewis & The News - Hip To Be Square

La imagen configura sujetos y da cuenta de una época determinada, lo mismo sucede con el monstruo: un ser visual que deja ver una sociedad a través de sus acciones. Un monstruo que ya no responde a una estructura animal, ni es una construcción a partir de fragmentos de cadáveres, es un ser humano “normal” que choca con los parámetros sociales que se le impone. Unos se revelan y dejan ver sus diferencias sin ningún temor, pero la mayoría se escuda en un empaque adecuado y bello que los deja por un momento al margen de la inconformidad y la monstruosidad.

Patrick Bateman se presenta como el monstruo que emerge: “Soy un jodido psicópata malvado”. Un hombre en todo el sentido de la palabra que se siente enjaulado en un mundo moralmente plano en el que la ropa tiene más sentido que la piel. Patrick es un espécimen casi perfecto que, como casi todos en su mundo, intenta encajar en su entorno. Cuanto más intenta ser como cualquier otro hombre adinerado de Wall Street, más anónimo se vuelve y menos control tiene sobre sus ideas y su insaciable sed de sangre, adentrándose en una maraña en la que el alma humana es algo que debe ser acosado con cuchillos y hachas.

“Tengo todas las características de un ser humano: carne, sangre, piel, pelo. Pero ninguna emoción clara e identificable, excepto la avaricia y la aversión. Está ocurriendo algo horrible dentro de mí y no sé porqué. Mis sangrientas lujurias nocturnas están empezando a apoderarse de mí, me siento letal, al borde del frenesí, creo que mi máscara de cordura está a punto de desmoronarse.”
Patrick Bateman - American Psycho

El nuevo monstruo es bello e inconforme. La imagen ya no es problema, el empaque se compra a la vuelta de la esquina. La gente se deja afectar por un régimen visual, la figura recobra una gran importancia semejante a la de los griegos. El culto al cuerpo se hace en pro de encajar y sentirse parte del medio; un medio visual donde la imagen ha perdido valor como código propisitivo y se vuelve un accidente más en la cotidianidad. La imagen es importante en su plano superficial, en ese de los signos. No tanto del código que hay en ellos. La imagen va adquiriendo una fuerza inimaginable en ese estadio de la forma, de las figuraciones estéticas que marcan la vida social.

La unicidad e individualidad muto desde la modernidad; esos estadios de encuentro entre el hombre y su razón han sido reemplazados por la vida comunal, los regímenes publicitarios y la existencia ligada a un grupo. El monstruo contemporáneo nace de las contradicciones del espíritu como la aceptación social y el desarrollo de su personalidad:

"Existe la idea de que un tal Patrick Bateman; una especie de abstracción. Pero yo no existo de verdad, sino sólo como ente, como algo ilusorio. Y aunque pueda ocultarte mi mirada fría, si me das la mano notarás que mi carne roza la tuya e incluso tal vez intuyas que es probable que tengamos estilos de vida parecidos, pero simplemente, yo no estoy aquí."
Patrick Bateman - American Psycho

Igual que Frankenstein, Patrick teme a sí mismo, a esa parte de si que va en contra de su imagen social. Un temor hacía la humanidad creadora que en cualquier momento puede destruir cualquier cosa que este a su alcance, sin medir consecuencias por culpa del desenfreno pasional. Un desenfreno natural que ha estado sometido por la razón y que en las noches de apodera de Patrick y las calles de New York.

El imperio de la razón, sus dictámenes y sus leyes ceden ante el ímpetu irreprimible de las pasiones. El mundo de las imágenes: la pornografía, la publicidad, el video – por hablar de lo más inmediato- lo incitan a la liberación de sus espíritu, es espíritu eufórico y sensible a los estímulos externos sobrecargado de esas imágenes que le venden un ideal, la identificación con un grupo que le recuerda que no esta sólo, siempre y cuando no cese la competencia por alcanzar el ideal, que paradójicamente es el modelo racional y moderado.

“La situación de la criatura y paradamente la de Víctor cuando se le ve destruyendo su mundo, hacen hacer la cuestión de <>” .

¿Quién es Patrick Bateman? ¿Es el monstruo? o es el hombre sensible que le guste la música, la considera sublime elemento en el cual encuentra sosiego. Sin embargo sus bajas pasiones fluyen y su fijación lo traiciona, lo llevan al extremo eufórico. ¿Asesina para revelarse o para reafirmar al yupie? ¿Es el monstruo lo bueno y el modelo lo malo? ¿El yupie es el que mata porque sus víctimas son inferiores, perdedores desadaptado no aprobados por su sistema de selección? ¿ lo monstruoso en Patrick no son sus asesinatos, sino su obsesión por rechazar sus pasiones que harían de él un ser sensible, tolerante y crítico, pero la apariencia lo obliga a mostrarse rígido y por el contrario intolerante? ¿No es la monstruosidad de sus actos el frenesí de su angustia?.

La contradicción demuestra que el monstruo no reside en el sujeto, sino en la sobre valoración de las imágenes que constituyen sus identidad. Su locura mora en su ciega devoción por la competencia, que le hace ver enemigos por todos lados, sus compañeros cercanos y su grupo de amigos son sus principales rivales. No compite por un producto, una tarjeta de presentación, un mejor puesto de trabajo sino por mayor reconocimiento.

Los estándares cada vez son más altos, pero a la vez más superfluos, todo es irrelevante pero a la vez un obstáculo. Esa excesiva racionalización de sus actos vuelve todo a circunstancias sospechosas o al revés inquisidora. Pero el monstruo son los extremos, la saturación de información, la saturación de deseos – necesidades. El exceso de racionalización que aún sigue imponiéndose sobre las pasiones ¿Por qué no dejar que las pasiones fluyan? ¿Por qué no dejar que ocupen su lugar? No es abolir la razón, es simplemente que es sólo eso, razón.

Los monstruos representan un juego de oclusiones que configura una realidad. La monstruosidad es necesaria para configurar realidad y por tanto sujetos. Parece ficción, pero los monstruos cargan más valores reales y humanos de los que podamos imaginar; no sólo porque sean creación humana, sino que en ellos se plasman los rasgos que bajo un sistema social no tienen lugar: ejemplo claro de ello es la catalogación monstruosa del hermafroditismo en figuras griegas como el Andròginos , no es arbitrario que en la actualidad hablemos de andrógenos, ya no en el orden de lo ficticio sino como una fragmentación más de lo real: en un primer momento biológica y luego contracultural.

Con el paso del tiempo lo que en una época era un monstruo ya no lo es. Los parámetros van cambiando, los ordenes se transgreden y se crean nuevas categorías, la monstruosidad muta y terminamos recluidos en quirófanos esperando los efectos místicos del bisturí. Lo que para los griegos eran figuras macabras para los niños de ahora son los muñecos de su papel de colgadura.

Frankestein y Patrick son dos ejemplos del universo monstruoso que nos rige desde la modernidad: el primero dando razón de ese periodo donde el hombre se convirtió en el centro de todo y empezó a atribuirse funciones que hasta el momento sólo habían sido divinas. Y el segundo sellado herméticamente en una sociedad visual donde el propósito de las imágenes es vender y ser signo de la felicidad. Dos monstruos distintos, pero que dan razón de una época y una subjetividad reafirmada mediante lo opuesto. El monstruo que se constituye como “el otro” frente a lo conocido no es sino la parte inconsciente del personaje que lo crea; luego es el personaje mismo, la parte de éste que se encuentra reprimida.

El monstruo es una forma que ha perdurado por su intención de explicar mejor al hombre y revelar la parte escondida de su interior, por eso esta figura nunca se agota adoptando diferentes formas en cada momento pero expresando siempre lo mismo.




















Bibliografía


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_ ALIGHIERI, Dante. La divina Comedia. Bogotá; Biblioteca El Tiempo, 2001

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_ MACHADO, Arlindo. El paisaje mediático. Buenos Aires; Libros del rojas, 2000

_ DEBRAY, Regis. Vida y muerte de la imagen. Barcelona; Paidos, 1992.

_ CALABRESE, Omar. La era neobarroca. Madrid: Cátedra, 1989.

_ ECO, Humberto. Historia de la Belleza. Barcelona: Lumen, 2004.

_ MALAXECHEVERRÍA, Ignacio. Bestiario Medieval. Madrid: Ciruela, 1999

_ ESQUILO. Tragedias completas. Madrid: Cátedra, 2003

_ ORTIZ, Juliana. La configuración del monstruo. Bogotá: Tesis PUJ, 2003


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1. Inestable porque conjuga a conveniencia ciertos rasgos: morfología, ética, estética y tímica; combinación que le permite adaptarse a múltiples circunstancias y le posibilitan ser valorado desde varias perspectivas.

2. El redescubrimiento de las proporciones matemáticas del cuerpo humano en el siglo XV por Leonardo y otros autores, está considerado uno de los grandes logros del Renacimiento; estas son algunas de las proporciones que debería mantener el cuerpo: Una palma es la anchura de cuatro dedos; Un pie es la anchura de cuatro palmas; Un antebrazo es la anchura de seis palmas; La altura de un hombre son cuatro antebrazos (24 palmas); Un paso es igual a cuatro antebrazos; La longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura; La distancia entre el nacimiento del pelo y la barbilla es un décimo de la altura de un hombre, etc.

3. “Puede parecer extraño que en el siglo XVIII surja un discípulo de Alberto Magno, pero yo lo era. Mis sueños no se veían turbados por la realidad, y me lancé con enorme diligencia a la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la vida” Pág., 150.

4. RODRIGUEZ, Francisco. “La mirada en el espejo: ensayo antropológico sobre

5.Frankenstein”.
Eco, Humberto. Historia de la Belleza. Lumen, Barcelona, 2004. Liber Monstroum, siglo VIII: “Entre estas cosas increíbles aparece también una raza bisexuada, que tiene el pecho derecho masculino, para poder trabajar sin obstáculos, y el izquierdo femenino, para poder amamantar a los recién nacidos. Según algunos, estos seres se unen entre sí y de este modo se reproducen”.

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